Mucho y de sobra, estamos todos viviendo una situación en nuestro entorno laboral que muy posiblemente algunos no hayan conocido hasta la fecha. Dentro de un marco evolutivo en extremo, tanto por su rapidez como por la intensidad de los cambios que se realizan dentro del ejercicio profesional, estamos siendo presionados por una coyuntura económica machacada por una crisis sin parangón alguno con nuestras experiencias previas.

Así las cosas, si de por sí solo no bastara los continuos ejercicios de innovación en tecnología y procesos a los que el sistema empresarial se viene sometiendo, la destrucción masiva de puestos de trabajo que se viene produciendo desde hace ya tres años de forma sistemática, elevan drásticamente la competencia entre los profesionales dentro del mercado laboral.

Ante todo ello, dicha competitividad obliga a mantenerse en una actitud simbiótica y abierta de adaptación ante los retos surgidos que, por otro lado, siendo afrontados de manera positiva, pueden ser motivo de aumento en el la potencialidad y en el desarrollo personal.

Los importantes avances tecnológicos, la sociedad de la información, así como la globalización económica obliga al trabajador a una mayor flexibilidad y preparación ante una empresa en constante evolución basada en modernos procesos de I+D+i.

Y es en momentos como los actuales cuando la formación cobra un papel fundamental para nuestra adecuada y urgente adaptación y desenvolvimiento entre las nuevas “reglas” que el mercado impone. Y concretando aún más si cabe, será la formación continua y ocupacional la herramienta protagonista y adecuada que, ante la tardía reacción de los sistemas educativos, evite el desfase del profesional en el mundo laboral tanto como una actuación improvisada y desorganizada y, por la tanto, en la mayoría de los casos tan poco eficaz en la que debiera ser la ágil gestión del trabajador en el ejercicio de su profesión.

De este modo, se puede afirmar que la razón de la Formación Ocupacional es la de dotar al alumno, de la manera más adecuada y personalizada posible, de los conocimientos, habilidades y actitudes necesarios para el ejercicio de una correcta actividad laboral y, una vez alcanzado este objetivo, desde la Formación Ocupacional se debe, seria y responsablemente, tanto alentar como colaborar en la realización exitosa de la trayectoria profesional del alumnado, destinado este a incorporarse, reciclarse o mejorar su cualificación como profesional en un mercado agresivo y cambiante.

Lógicamente, este planteamiento implicará un cambio en el perfil del formador, que se presentará como un expecialista en la transmisión del saber hacer, capaz de determinar, de forma clara, los objetivos específicos mediante la elaboración de análisis y diagnósticos de la diferentes necesidades formativas, aportando las adecuadas estrategias y procesos de enseñanza-aprendizaje  desde un enfoque de implicación e identificación y con la visión de quien debe ser experto en manejarse entre  las fluctuaciones de nuestro mercado laboral.